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El acero y los revestimientos metálicos

El acero es un material que se aplica a infinidad de usos, y es por ello que se fabrica en muchos tamaños y tipos. Así, el acero es utilizado en la construcción de edificios, para los paneles de la industria automotriz, señales y hasta electrodomésticos.

Si bien el bajo costo y resistencia son algunas cualidades de este material que hacen que sea ampliamente elegido, por desgracia también tiene una amplia tendencia a herrumbrarse, cobrando así una apariencia sumamente desagradable.

Es por ello que debido a esa capacidad de corroerse se protege al acero utilizando diversos métodos, que van desde la formación de aleaciones internas, como en el caso del acero inoxidable, hasta la utilización de pinturas y revestimientos metálicos para su protección.

Pero antes que nada resulta importante entender de qué se trata el proceso de corrosión. El mismo consiste en un proceso electroquímico que provoca que el hierro que se encuentra en el acero se oxide, produciendo que el acero se vuelva más delgado con el tiempo. La oxidación es un proceso que ocurre como consecuencia de la reacción química entre el acero y el oxígeno. El oxígeno está presente en el aire, o en la humedad que se produce en la superficie del acero.

En aquellos productos de acero bajos en carbono el óxido de hierro que se forma en la superficie no protege; por el contrario forma escamas y deja hierro fresco expuesto al aire, lo que produce mayor corrosión. Este fenómeno que se produce en el acero es indeseable, tanto desde el punto de vista estético como desde su vida útil, ya que esto provoco que pierda resistencia, se agujeree y facilite la entrada de agua.

Es por todo esto que se aplican revestimientos metálicos al acero para prolongar su vida útil y dar un efecto estético más agradable. Dichos revestimientos son económicos, y evitan de manera exitosa la corrosión.

Los revestimientos metálicos protegen al acero de dos maneras. En primer lugar, la pintura provoca un efecto barrera, y en segundo lugar otorgan una protección galvánica.

Los revestimientos galvanizados producen la formación de una película que actúa como barrera protectora impermeable, evitando de esta manera que la humedad tenga contacto con el acero, ya que sin humedad no hay corrosión.

La ventaja que presentan los revestimientos galvanizados es que estos no se degradan, esto es, no se ampollan, ni agrietan, ni escaman, tal como ocurre con otros revestimientos de barrera como la pintura. Sin embargo, el zinc es un material reactivo que lentamente se irá corroyendo, por eso la velocidad de corrosión del zinc está íntimamente ligada al espesor del revestimiento galvanizado.

Luego, existen otros revestimientos metálicos, como el aluminio, que también proporcionan protección al acero. El aluminio, al igual que el acero y el zinc reaccionan al aire y forma una película de óxido en su superficie. A diferencia de lo que ocurre con el óxido de hierro, y similar a lo que sucede con el zinc, dicha película no se escama, y permanece firme e intacta sobre la superficie.

La segunda de las formas que posee el zinc para proteger al acero es hacerlo galvánicamente. Esto implica que los revestimientos con zinc no quedarán afectados por el acero con herrumbre, ya que el acero que se encuentra adyacente al revestimiento no puede corroerse. Cualquier exposición que presente el acero subyacente, ya sea por algún rayón o borde cortado, no provocará que el acero se corroa sino hasta que el revestimiento metálico adyacente se haya consumido. Mientras no queden expuestas grandes superficies de acero, el daño que tenga será mínimo, asegurando una larga vida útil del acero.

Fuente: https://www.herramat.com/novedades/80/el-acero-y-los-revestimientos-metalicos/


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